El autobús se convierte en el lugar ideal para volcar las ideas acabadas de procesar. Una pasajera, en un asiento cercano, me ve enfrascada en mis apuntes. Me observa con curiosidad, con simpatía. "¿Y cómo te acuerdas de lo que ves?" me pregunta. Yo sólo sé que miro mucho y luego me dejo ir. Desde que hemos cruzado la frontera, Marruecos se ha revelado absolutamente lleno de cromatismos. Mujeres con chador, chilabas variopintas, mercados en la calle, céspedes verdes, multitud de banderas. Tetuán, , Tanger...Me dicen que cada ciudad tiene asignado un color .
Cuando no hay demasiadas paradas en el viaje ni tampoco mucho tiempo, lo tengo claro. Para la arquitectura, la fotografía. Para las figuras, retina, memoria y al papel. Mohamed nuestro guía, nos cuenta que muchos marroquíes no gustan de ser fotografiados. Hay que pedirles permiso, a veces lo deniegan. En el mercado de Tetuán efectivamente, una mujer de la tribu beréber, el pueblo del desierto, nos dice que no. La tendré que recordar.
Al segundo día, después de Tánger, Asilah se presenta como un bello ensueño en azules y blancos. Será nuestro destino por pocas horas. La baña el mar y la habitan gentes sencillas, limpias, amigables. Toda la frescura del Atlántico reflejándose en sus ropajes de color claro. La luz refulge.
He conocido a Abdel, un pintor local. Nos enseña sus trabajos en papel reciclado, enriquecidos con cúrcuma y café. Incansable recorre la medina en busca de clientes, promocionándose a sí mismo y explicando a quien se detiene con él el significado de su mundo interior. Nos llevamos dos obras suyas: unos músicos y un dibujo simbólico realizado en los colores de la ciudad, que nos resulta particularmente entrañable en este país. "Mujer enamorada de la vida"(reproducción a la derecha)
Siguiente parada, Marrakech, la ciudad roja.
Mohamed nos cuenta que un sabio árabe oftalmólogo recomendó evitar el blanco en las viviendas, para que el exceso de sol reflejado no dañara los ojos de sus habitantes.. Esta vez no siento la poesía de Asilah. Nada queda de aquella pureza del mar fuerte y de las casas color turquesa. La plaza de Jamaa el Fna está llena de calor sofocante. Caballos en larga fila, olor muy fuerte a excrementos, un mono que chilla hastiado de ser blanco de fotos de pago . Animales de todo tipo. Demasiados...Dicen que Marrakech es la antesala del desierto, un decorado diferente. Yo sólo sé que el gentío es inmenso. La percusión de los músicos no se detiene. Los fakires juegan con fuego, las familias se hacinan en torno a platos de carne especiada. Empiezo a sentir cromatismos disonantes, colores a bultos, el ruido casi da miedo; dicen que la plaza está así hasta las 4 de la mañana, todos los días del año...
Al día siguiente llegamos hasta allí de nuevo pero a horas de sol.
En el zoco se respira un poco mejor aunque nos miran mucho. Se nos ofrece de todo, se nos llama. Me quedo con la tranquilidad de la Menara, los arabescos del palacio de la Bahía.
Observo a las parejas. Está permitido tener hasta cuatro esposas, dice el guía, siempre que se las trate a todas por igual y ellas estén de acuerdo con esa situación. Pero en la práctica no se da, comenta, los matrimonios suelen ser cosa de dos.Veo mujeres de todo tipo: desde quien no lleva la cabeza tapada, pasando por el frecuente hiyab hasta quien cubre incluso sus manos con guantes y sólo deja libre los ojos. Una pareja me llama la atención. Rondarán los 20 años, al menos por la apariencia de él, porque a ella sólo le veo los ojos, muy pintados. Están sentados en un restaurante pero en cuanto nos colocamos en la mesa de al lado, él se levanta para pagar. Ella espera en pie, inmóvil, escondida entre pliegues de ropa. Pienso que tan sólo con una pincelada de gris payne podré abocetar su cuerpo.
Nuevo destino: Albayda, o sea, Casablanca. . Mezquita fastuosa y de nuevo el mercado, el zoco en estado puro. Hay algarabía, movimiento, tatuadoras de henna que se ofrecen por todas partes pero sin insistir. Dicen que el verde es el color de esta ciudad. Pero sin embargo, me llega tal vibración que las acuarelas tras la visita salen rojas..
De vuelta, tras estos escasos e intensos días, me doy cuenta de que traigo en la memoria sensaciones muy diferentes. Y muchas reflexiones . Muchas preguntas que me ha dado miedo formular. Y muchas cosas que no comprendo. Eso sí, desesaría haberme llevado mil apuntes más para recordar este olor a especias fuertes, las miradas penetrantes, los colores de impensable mezcla...
Al pasar la frontera nos hacen esperar. Un niño de apenas 10 años se ha metido de polizón por debajo del autobús para cruzar a Ceuta. Lo han descubierto, lo obligan a bajar. Vemos que llora.
Al guía le pregunto qué le pasará: " Lo devolverán. Sucede todos los días, muchos hacen igual. Es muy triste...En fin, esto es la vida, no se puede hacer nada..."nos dice.
Mientras el autobús avanza, me digo a mí misma que Marruecos es infinitamente hermoso. Mucho más cercano de lo que esperaba, pero desgraciadamente lleno de difíciles contrastes,mucho más honrado, más libre de lo que pudiera esperar. Y más visceral, sin duda. "Nuestro país está en vías de desarrollo, tengánlo en cuenta y sean pacientes" nos dijo el guía al empezar.
Mientras el autobús se adentra en territorio español, pienso en lo que a veces he leído o me han dicho quienes tienen ya mucho recorrido de vida tras de sí: "Viajar a veces entristece, pero sin duda...siempre enriquece"
Mi agradecimiento a los guías que tan bien nos condujeron a través de este tour diferente y maravilloso: a Mohamed el guía, a Mohamed el chófer y a nuestra guía en Marrakech, cuyo nombre no puedo reproducir en árabe pero que traducido significaba "Gacela". Gracias por abrirnos la puerta a vuestro país.