Me decidí a hacerlo con muy poco tiempo, así que estaba claro que tiraría hacia lo más conocido: la famosa aventura de los molinos de viento. Recordé mi viaje a los alrededores de Almagro, desempolvé las fotografías que guardaba y fácilmente aparecieron los molinos de blancura nívea y estuco soleado. Pétreos, rotundos. A sus pies, tonos pardos, tierras rojas y tostadas.
Mientras tanto, buscaba un lugar de la composición para incorporar a la eterna pareja: caballero y escudero.
Pero al final no aparecieron.
El paisaje se despojó de cualquier recuerdo del siglo actual y mis ojos se convirtieron en los suyos: los de un caminante desprotegido que transitaba por aquellos senderos interminables a principios del siglo XVII. Paso a paso, sin prisa. Con la mirada en el infinito y aceptando de buena gana la soledad. .
Parafraseando a D. Manuel Machado:
"... tierra, camino y cielo. Él cabalga"
"Camino de Criptana" óleo/tabla |
No hay comentarios:
Publicar un comentario